Este instrumento fue un referente para escuchar el universo durante más de medio siglo, hasta que colapsó en 2020. Su legado dejó grandes descubrimientos. Ahora hay expectativa por lo que reemplazará su espacio
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En una esquina de su laboratorio, el profesor Abel Méndez, director del Laboratorio de Habilidad Planetaria de la Universidad de Puerto Rico, conserva uno de sus recuerdos más añorados sobre el radiotelescopio de Arecibo, el que fue, por más de 50 años, el más grande del mundo. En hojas sencillas pegadas sobre la pared, se puede ver el horario que tenían asignados astrónomos y científicos de todo el mundo para pasar entre dos y cuatro horas usando el radiotelescopio y escuchando el universo. Sus iniciales -muestra Méndez- están allí: AM.
Obsesionado por explorar la habitabilidad en otros planetas o exoplanetas, desde 2017 el profesor iba frecuentemente al Observatorio de Arecibo, a unos 30 minutos de distancia en carro desde la Universidad, a poner el foco en las estrellas. “Hay estrellas muy activas, como las enanas rojas, y otras como el Sol, que se podría decir que son más bien tranquilas”, comenta. “Para lo que usaba el radiotelescopio era para observar cuáles son las estrellas más estables porque, alrededor de estas, es más posible que existan planetas con una atmósfera más habitable”, agrega. Arecibo, de alguna manera, le permitía saber qué priorizar en su investigación.
Hasta que, el 1 de diciembre de 2020, el radiotelescopio colapsó.
En Puerto Rico, y entre la comunidad científica, todos parecen recordar cómo se enteraron de la caída del gigante telescopio, que tenía un plato reflector esférico de 300 metros, solo superado en el 2016 por el Fast de China, de 500 metros. “Estaba en mi casa y, aunque no me cogía de sorpresa, me quedé como dos minutos en silencio”, recuerda Méndez. “Me llamaba la prensa y yo no quería salir al aire o ir a ver de cerca lo que había pasado”.