Nueva York – Ramona Cruz Sanabria o “Doña Ramona”, como la identifican sus familiares y amigos, habla con rapidez, pero con firmeza. El tiempo no le ha quitado lo vivaz a su voz, reflejo de su espíritu combativo. Mientras conversa con El Diario por videollamada desde su vivienda ubicada en el sector Playuela de Aguadilla, municipio en la zona oeste de Puerto Rico, se aprecian múltiples retratos de parientes enmarcados y colgados en la pared.

Ramona sabe que el hogar, más allá del espacio físico, es el lugar donde se guardan las historias y los sentimientos que mueven a un ser humano. En su caso, las memorias que atesora se han ido acumulando por más de 100 años y trascienden las fotos.

La anciana se agarra de los recuerdos que habitan en su casita de madera pintada de amarillo y azul para mantener la esperanza. De repente, se escucha un matiz de impotencia en su voz. “Me siento como invisible, que nadie me ve, que nadie me escucha”, cuenta a este rotativo.

Ramona procede a remontarse a sus experiencias en la zona desde que era una niña. “Aquí fue que nací y di los primeros pasos. Aquí me crié con nueve hermanos. Hemos corrido todo este monte; hemos disfrutado la playa…es un sentimiento que hay dentro de mí, valioso, que nadie me lo va a quitar, porque yo voy a luchar hasta el final, como dice el puertorriqueño, ‘como gato boca arriba’”, asegura Ramona.

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